El deseo de capturar la imagen humana ha sido uno de los motivos primigenios de las inquietudes artísticas desde tiempos inmemoriales.
El escultor vence la resistencia de los materiales y encuentra sus bondades para crear con ellos los volúmenes con cuya ayuda da forma a la efigie del rostro, de las manos y de otras partes del cuerpo. Esto no es un simple acto técnico, es la acción mediante la que el artista atrapa un momento en la vida, atrapa el espíritu y ánimo de la persona retratada, y al hacerlo fija una época histórica.
Los múltiples bustos y esculturas de cuerpo entero que realizó Liev Kierbel son evidencia de una profunda sensibilidad por lo humano. En su obra vemos la grandeza y sencillez de figuras históricas como Marx y Lenin, aunque también nos acerca a los trabajadores que con su esfuerzo construyeron los logros del socialismo soviético, los que lucharon contra el fascismo y de quienes se alzaron contra el dominio colonial.
Este es el humanismo del arte de la revolución proletaria:
El submarinista A. Levedev, 1944.
El Héroe de la Unión Soviética, el submarinista A. Tripolsky, 1944.
El Héroe del Trabajo Socialista, el cerrajero B. Egorov, 1963.
Monumento «La madre de luto», 1965.
Bosquejo de la estatua «Recogiendo firmas por la paz», 1955.
Monumento a V. I. Lenin, Lenin en Gorki, 1960.
El Héroe de la Unión Soviética, el cosmonauta Y. Gagarín, 1962.
Proyecto del busto monumental de Y. Gagarín en conmemoración del primer vuelo pilotado en el cosmos, 1963.
Fragmento del proyecto del busto monumental de Y. Gagarín en conmemoración del primer vuelo pilotado en el cosmos, 1963.
Fabuloso mi colega escultor. Admiración plena. La fuerza y energía de la monumentalidad socialista expuesta en realismo subyugante.
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